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jueves, 27 de agosto de 2015

Cocina para uno y otros demonios manuales para técnicas de cocinar

Lo primero que quiero decir es: yo creo que saber cocinar y poder ejecutar recetas variadas con éxito no son la misma cosa.

Antes de comentar el manual explico mi comentario inicial. Para mí lo máximo de la cocina era ver a mi mamá sacar almuerzo o cena para dos tragones y una preadolescente remilgosa en treinta minutos, con una alacena disminuida, verduras con dudoso aspecto, y al menos para mí: sabía sabroso. ESO, ESO ES COCINAR. Tener carne de primera, con verdura recién cosechada, cortada bonito, en platos con todo el espacio, con utensilios de última... pues sí, lindo y todo, pero eso es cómo llevar el carro a la BMW, no siempre se puede.

Yo, después de cocinar sólo casi 15 años creo que CASI me emparejo, y CASI, puedo ver qué hay en la nevera oler y decir "mmm esto ya se está dañando, se puede hacer..." y medio queda comible. Ahora sí con el manual.

Las recetas sí dan, cumplen lo que prometen. Pero eso no basta, y nunca lo hará. Los cocineros lo saben, las madres lo saben, las abuelas lo saben. Pero nadie lo explica, cocinar es un arte y eso es más que un conjunto de técnicas, que son necesarias, pues sí. Entonces el manual funciona para empezar a operar con la cocina y creo que uno después empieza a descubrir que hay una lógica que más o menos se puede aplicar a las verduras, otra para las carnes rojas, otra a los granos secos, otra a para los cereales, pero todo es más o menos.

Hay que saber elegir las frutas, las verduras, las carnes, los quesos; incluso ir al mercado es parte del proceso de un platillo excelso. Pero faltan las ganas. El libro, otras recetas, tener ingredientes que no superen la fecha de caducidad y herramientas adecuadas, son necesarios pero no suficientes; en todo arte la pasión es el punto clave.

Piense en cosas bonitas mientras cocina, y la comida va a saber más rico. Y rico es una medida subjetiva que parte de algo que se aprende en la crianza; normalmente lo que uno juzga como el mejor sabor del universo es "cómo lo hace mi abuela" y pues es imposible hacerlo sin los ingredientes del rancho y la proverbial cuchara de palo, pero además ella hace los frijoles pensando en su nietecito, y eso es todo.

Libros como este, y las recetas que uno puede encontrar en muchos lugares, ayudan a que no haya consumo de productos crudos o en mal estado, y que sean las combinaciones más normales. Pero en preparaciones más normales como el arroz, hay tantas variaciones como familias; así que se vale hacer como mi mamá, y la mamá de mis vecinos, y algunos de mis amigos han hecho (yo cociné con mi mamá al hombro las primeras veces) cocine con el teléfono al hombro y vaya preguntando, y cuando ya tenga confianza vaya improvisando a gusto. Hoy en día ya es mí arroz, otro diferente al que hace mi mamá, que no es el mismo al que hace mi abuela.

¿A favor de las recetas? Sí! ¿De seguirlas al pié de la letra? Sí! pero la primera vez nada más; y muy al pie de la letra. En esto este manual está muy bien escrito porque deja poco al criterio del lector, entonces funciona bien para el neófito (hay muchas páginas de internet donde las señoras cambian notas de cocina que están en chino, pero ellas son amables y se puede preguntar) y las instrucciones se pueden seguir, los ingredientes están en español y no en localismos.

Y pues, también como en muchos artes: la práctica es esencial para mejorar.

   

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